El jurado reconoce su poemario Wes Borland aprende a tocar de oído por su fuerza lírica, coherencia poética y una escritura que se escucha más que se lee
Así empieza todo
La espontaneidad de la juventud es lo más valioso. Llegó la Joven Orquesta Sinfónica de Castilla y León al Centro Cultural Miguel Delibes (CCMD) dirigida por la Joana Carneiro y nos hizo "soñar la música". El público que abarrotaba la Sala Sinfónica Jesús López Cobos disfrutó de una orquesta madura y segura.
Esta OSCyL Joven sabe comunicar. Abrió el concierto Sensemayá de Silvestre Revueltas. Oponer el intimismo, el virtuosismo y hasta la extravagancia de Revueltas (1899-1840) nos recordó que estábamos ante un compositor de campanillas. Un desconcertante derroche de energía, -juventud divino tesoro- y una refinada excentricidad permitió hacer bien la digestión de esta primera pieza.
Altar de Bronce de Gabriela Ortiz (1964) desde los primeros compases se convirtió en una inquietante danza nocturna. Y apareció en escena el carismático trompeta Pacho Flores. En sus manos resonó todo el pasado, el presente y el futuro de la trompeta. Decía Vicente Honorato que "Sin la idea no existe el sonido, tienes que imaginarlo para poder crearlo". Porque Pacho Flores parece que no está tocando la trompeta. Lo que parece es está cantando. ¡Qué tío! Toda una revelación. Es una felicidad escucharle tocar.
Se ganó el afecto y el aplauso del público en la primera nota por su simpatía y sus excelentes maneras en la que sale a flote una rica tradición, muy ahormada y actualizada y por su trato. Realizó unas interpretaciones, limpias de polvo y paja, entusiastas, bien estructuradas y sentidas, aspectos que agradeció el público asistente.

Y para terminar el programa llegaron las Danzas Sinfónicas de West Side Story de Leonard Bernstein (1918-1990) y la magia de la música y su gran fuerza pusieron a prueba a la directora Joana Carneiro a la OSCyL Joven. Una música la de Bernstein llena de imaginación, de sentimiento, humana, llena de amor, de amistad, de desesperación, indiferencia y sensibilidad pobló el corazón de la directora y de la orquesta y dejó escapar suspiros entre el público -lleno de familiares de músicos- de satisfacción y regocijo.
La música es una forma de pensar, la más libre que hay. Dedicarse a lo que uno ama contribuye a la longevidad. Uno sale de la sala conmocionado de gratitud. A partir de ahora hay que seguir a Pacho Flores, a Joana Carneiro y por supuesto a esta OSCyL Joven que nos dejó una interpretación intensísima, a ratos desaforada de esta partitura diabólica de Bernstein y diabólicamente difícil de ejecutar.
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