Gerardo Gallego lleva más de 5.000 kilómetros recorridos en bicicleta en una aventura donde el cariño de la gente es el mayor premio en cada etapa
El vallisoletano que pedalea de Vancouver a Guatemala: "Las mejores experiencias son las personas"
Gerardo Gallego lleva más de 5.000 kilómetros recorridos en bicicleta en una aventura donde el cariño de la gente es el mayor premio en cada etapa
Por las carreteras infinitas del continente americano viaja un vallisoletano que ha hecho del movimiento su manera de estar en el mundo. Se llama Gerardo Gallego, tiene 46 años y lleva más de cinco mil kilómetros recorridos en bicicleta desde que salió de Vancouver con destino a Guatemala. En su equipaje, además de una tienda de campaña, una cocina portátil y una bicicleta bautizada como 'Antonia', carga una certeza que repite con convicción: "Cada vez que me pasa algo malo, me vienen cinco cosas buenas".
Gerardo es, como él mismo dice, "vallisoletano cien por cien, autóctono". Creció entre La Victoria y los Pajarillos, con raíces en Urueña, y aunque lleva quince años fuera de la ciudad -once de ellos viviendo en Canadá-, Valladolid sigue siendo su punto de referencia. "Yo soy muy del Real Valladolid, súper forofo", confiesa entre risas. "Participo en tertulias por streaming en TeVeo Pucela y hasta creé la primera peña del Valladolid fuera de España, la Peña del Valladolid en Canadá. Aunque el único miembro soy yo, la creé igual".
A lo largo de su vida, este vallisoletano trotamundos ha residido en Nueva Zelanda y Australia antes de llegar al país norteamericano. "Yo soy viajero adicto, si se puede ser. He trabajado duro, he ahorrado y he viajado siempre que he podido", explica. La semilla de esta nueva aventura nació hace años, cuando vio por primera vez a unos cicloturistas cruzando las Montañas Rocosas. "Me enamoré, me entró un flechazo al corazón. Pensé: qué sensación de libertad, de esfuerzo, de naturaleza. Y desde ese día supe que algún día lo haría yo también".
Ese momento llegó tras un cambio vital. "Me divorcié y mi madre me dijo que soy un Peter Pan, un soñador nato. Y tenía razón. Pensé: ahora o nunca. Dejé Canadá y empecé este viaje en bicicleta desde Vancouver hasta Guatemala". Su plan inicial era más modesto -llegar hasta Los Ángeles y volver a Valladolid para las fiestas-, pero el destino, y México, le detuvieron. "México es mi país número uno con diferencia. Estando aquí, dije: España puede esperar", reconoce.

Los Ángeles, EEUU.
Una bicicleta llamada Antonia
Gerardo pedalea acompañado de 'Antonia', su bicicleta de 60 kilos de carga con la que transporta todo lo necesario para vivir en la carretera: saco de dormir, tienda, herramientas, cámara, dron y comida. "Mi bici pesa ahora unos 60 kilos. Llevo de todo: cocina, colchón, cuerda, equipo de grabación… hasta trípodes", cuenta. Su viaje no solo es físico, también es una experiencia de conexión con las personas y los lugares.
Desde Vancouver se dirigió a la isla homónima y cruzó a Estados Unidos. "He bajado toda la costa por la 101, desde Washington hasta California. He pasado por lugares como San Francisco, San Diego y Tijuana, y he recorrido la Baja California Sur, que ha sido el mayor desafío de mi vida. Llegué a pedalear con 50 grados, en tramos de 80 kilómetros sin una sola tienda", relata.
Ahora atraviesa el estado de Sinaloa, rumbo al sur, hacia Nayarit, Jalisco y Guadalajara, donde dejará su bicicleta por unos días para asistir a dos bodas de amigos. "Mi problema es que no sé decir que no, pero los días son los mismos, ríe. Quiero llegar a Guatemala, pero prefiero vivir la experiencia y disfrutar del camino".

Con Bomberos en Constitución, México.
La gente, el alma del viaje
Más allá de los paisajes o los retos físicos, lo que marca el viaje de Gerardo son las personas. "Las mejores experiencias, sin ninguna duda, son las personas", asegura. "He dormido en casas humildes donde me han dado todo lo que tenían. Una señora en Baja California me ofreció su cama y su comida, y al día siguiente vinieron sus familiares de otros pueblos solo para conocer a un español. ¡Hasta se hicieron fotos conmigo!".
Para él, la bicicleta es un puente hacia los demás: "La bicicleta es un medio de transporte social. La gente empatiza contigo. Te ven llegar sudado, cansado, y enseguida te ofrecen agua, comida o un lugar donde dormir".
En muchos puntos del viaje ha encontrado hospitalidad inesperada. "En Estados Unidos me pasó que se me salió un tornillo y acabé en casa de una familia. Los 'gringos' son espectacularmente buena gente", recuerda. "Y aquí en México, cada día me encuentro con alguien que me ayuda o me invita a quedarme. Estoy desbordado del cariño de la gente".
También ha conectado con otros vallisoletanos desperdigados por el mundo. "Encontrarme a paisanos en el camino es una gozada. En California conocí a Luis y a Juan Bartolomé, dos vallisoletanos. Con ellos fue una conexión brutal, porque puedes hablar de lo tuyo, de Pucela, de tus cosas", dice con una sonrisa.

Con un grupo de personas en Chiguagua, México.
Alojarse en las bases de bomberos
En su recorrido, Gerardo se ha alojado en casas salesianas, en viviendas de amigos de amigos, en campings o, cuando no hay otra opción, en las bases de bomberos. "Los bomberos aceptan cicloviajeros. Llego, hablo con el comandante y encantados te dejan acampar. Para mí es ideal: tienen duchas, herramientas, internet… y sobre todo, compañía. Porque yo soy de mezclarme con el pueblo, no de meterme en resorts. Me gusta estar con la gente, hablar con todos, aprender de cada lugar".
Esa forma de vivir el viaje le ha permitido ver realidades más complejas sin caer en tópicos. "Aquí en México la gente es maravillosa. Hay cosas que no se cuentan en las noticias o que se cuentan de forma exagerada. Cuando ves el país con los ojos de su gente, entiendes muchas cosas de otra manera", reflexiona.
Su periplo también ha tenido sobresaltos: pinchazos, quemaduras por el sol, tormentas y hasta una riada que lo dejó incomunicado en San Ignacio, Baja California Sur. "El pueblo desapareció, la carretera se la llevó el agua. Estuve a punto de que me sacaran los militares en un camión especial", relata. Pero incluso en esos momentos mantiene la sonrisa. "A mal tiempo, buena cara. Cada problema trae una oportunidad, una historia, una persona nueva".
Un vallisoletano en el mundo
Gerardo cuenta cada etapa de su viaje en su página de Facebook, 'Deja volar tus pajarillos', un nombre que es a la vez homenaje a su barrio y a su forma de mirar la vida. Desde allí comparte fotos, vídeos y reflexiones que mezclan humor, emoción y gratitud. "Quiero dar algo a mi barrio, a Pajarillos, que me vio crecer. Por eso hago este viaje también: para demostrar que los sueños, por locos que parezcan, se pueden cumplir".
Aunque su meta es llegar a Guatemala y volver a España por Navidad, sabe que el destino es lo de menos. "Lo que sé seguro es que cuando acabe este viaje voy a salir muy reforzado mentalmente y con otro concepto del mundo. Estoy viviendo en una nube, en un sueño. Estoy siendo muy feliz ahora mismo", confiesa.

En Bahía San Luis Gonzaga, Mexico.
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