Una belleza líquida

'Palabras contra el olvido'

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Una belleza líquida
Midori.
El autor esÁgreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.
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Entro en la Sala de Cámara del CCMD y soy todo oídos. Aparece en escena Midori con su violín y Özgür Aydin al piano para abrir el Primer Concierto del Ciclo de Recitales y Música de Cámara y el aire vibrante que producen sus instrumentos llega a mis oídos y me producen los primeros impulsos nerviosos de un placer narcotizante.

Abre el concierto Clara Schumann con Tres romanzas, op. 22 que te atrapa con la primera nota. Su elegancia, su nervio, el ritmo y su admirable fluidez pone a prueba el talento de Midori que se encuentra en su salsa. A esta hora de esta tarde del domingo no quiero saber nada del mundo. No quiero enterarme de nada que no sea la música que sale del violín de Midori y del piano de Özgür Aydin.

La Sala de Cámara esta tan silenciosa que se escucha todo con una nitidez nocturna. La Sonata para violín y piano nº 1 en sol mayor, op.78, 'Sonata de la lluvia' de Johannes Brahms te obliga a cerrar los ojos para que los sonidos campen por tu corazón y tu cabeza a su libre albedrío. Es un placer sentir el peso de los párpados y el roce de las pestañas, ese temblor que aparece de nerviosismo que no quieres que desaparezca. No quieres abrir los ojos.  

 Mientras sonaba la Sonata para piano nº 5 en fa mayor, op.24, 'Primavera' de Ludwig Van Beethoven me vino a la mente, no sé por qué, que el verano se esfumaba. Lenta e inexorablemente se acababa.  Mi preferido de la sonata es el tercer movimiento: Rondo Allegro ma non tropo. El sonido que saca Midori de su violín Guarnerius del Gesú 'ex Huberman' de 1734 (se dice pronto) es hermosísimo. Porque Midori toca de una manera muy limpia. Se distinguen perfectamente los sonidos débiles de los fuertes. Toca con una maestría absoluta. No hay nada ambiguo en su interpretación.

La Sonata para violín y piano n.º 2 en sol mayor, M.77 de Maurice Ravel puso a prueba la respiración de la violinista y el pianista. Es muy difícil ajustar las respiraciones. Pero esta tarde tenemos a dos intérpretes de primerísima categoría que se entienden con la mirada. Solo había que mirarles las caras.

El verdadero encanto de un artista llega con la edad. Y Midori y Aydin están en la cúspide de sus carreras. La belleza líquida de la música de Ravel resultó un estremecimiento visual entre lo tangible y lo transitorio. En definitiva, una pura delicia de concierto.

 

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