La fisioterapia respiratoria se presenta como una herramienta clave. Antes de una cirugía torácica, por ejemplo, ayuda a preparar los pulmones, mejorar la condición física y facilitar la recuperación postoperatoria. Fortalecer la musculatura respiratoria no solo mejora la oxigenación, sino que también incrementa la autonomía y el control corporal del paciente.

Además, durante el tratamiento oncológico, trabajar la respiración permite aliviar síntomas como la tos o la disnea (dificultad para respirar), reduce la fatiga, disminuye la angustia emocional y favorece una mayor tolerancia a las terapias. Incluso, algunos estudios apuntan a que el ejercicio físico puede modular procesos inflamatorios que influyen en el crecimiento tumoral y prevenir la pérdida de masa muscular (sarcopenia).

Desde la AECC insisten en que pequeños ejercicios respiratorios pueden tener un gran impacto en cómo se afronta cada etapa del cáncer, ayudando a recuperar la sensación de bienestar y empoderamiento físico.