Estuvo arbitrando en la máxima categoría nacional de fútbol entre los años 1976 y 1982
Javier, el toledano que ganó la batalla contra el cáncer en Valladolid
Le dieron el alta el pasado mes de mayo tras una década llena de ingresos hospitalarios, operaciones, quimioterapias y revisiones
Hay ejemplos y casos en esta vida que pueden servir al que, en estos momentos, está leyendo esta noticia porque acaba de entrar en un bucle hospitalario al saber que tiene que afrontar los próximos años luchando contra el cáncer. Esta palabra, que da miedo no solo citarla, sino también escribirla, es uno de los 'compañeros' de viaje que inician miles de pacientes que, a estas alturas de la vida, siguen preocupados porque no saben qué hacer con la misma.
Javier Muñoz (Toledo, 1963) es una de las personas que pueden gritarle al cielo y hablar con Dios sin paños calientes. Acaba de ganar su particular batalla contra el cáncer tras una década llena de operaciones, quimioterapias y revisiones. El toledano pide cautela cuando asegura que ha superado la enfermedad, ya que, después de tantos obstáculos que ha tenido que lidiar por el camino, todavía no se fía de haber soltado, a partir del mes de mayo, una 'cuerda' que le ataba desde el 2012 cuando ya estaba asentado en Valladolid.
"Hace 12 años me diagnosticaron el cáncer de colon. Empecé con sangrados y dolores. Llevaba tiempo yendo al baño y sangraba cada vez que defecaba. Muchos pensábamos que solo era una hemorroide, pero empezaba a ser continuo y me molestaba bastante", apunta a TRIBUNA, medio de comunicación al que abre sus puertas 24 horas antes de que se celebre la XIII Marcha Contra El Cáncer, que ya cuenta con más de 50.000 inscritos. Tuvo la 'fortuna' de no estar demasiado tiempo sin saber lo que le pasaba, ya que el especialista se lo comentó a las primeras de cambio tras una colonoscopia: "Empecé el proceso y una quimioterapia antes de operar. Luego, una cirugía con quimioterapia. Lo pasé bastante mal. La quimioterapia, por ejemplo, te deja sin fuerzas y sin apetito".
Solo año y medio después, en el mes de octubre de 2013, se cruzó por su camino una metástasis hepática, un tipo de cáncer que se ha diseminado al hígado desde otra parte del cuerpo. Se trata, según Javier, de una enfermedad que suele ser "habitual" tras pasar un cáncer de colon. Tantas circunstancias le obligaron a reposar y a dejar el trabajo como militar a un lado, aunque él quería seguir. "Me aconsejaron que reposara en casa y, en estos momentos, no me arrepiento de la decisión que tomé. Tuve la posibilidad de jubilarme y lo hice", añade. No obstante, reconoce que, al principio, fue "un palo" conocer el diagnóstico porque "ni puedes ni quieres asumirlo". "Me hice alguna pregunta a mí mismo, y eran absurdas. Pensaba, por ejemplo, que cuál era la razón de que me tocara a mí cuando hay millones de personas en este mundo", revela.
Agradece, en este sentido, que en España se pudiera poner en marcha el proceso gracias a la sanidad pública, pese a que eligió la privada porque tenía la posibilidad de hacerlo al ser militar. "Calcula el dinero que puede costar todo lo que me han hecho. Vivimos, por suerte, en un país muy diferente al de Estados Unidos, donde no podría ni haberme costeado las operaciones", explica. De hecho, quiso informarse de lo que le sucedía por Internet, pero afortunadamente solo utilizó esta herramienta en una sola ocasión: "Vi unas tablas de códigos que indicaba el volumen del tumor para saber si se había extendido". Recomienda, por esta razón, no buscar nada porque sabe que hay gente "que no vive" tras hacerlo.
Javier, además, celebra que en las correspondientes cirugías haya caído "en buenas manos" porque conocía a los especialistas, con los cuales, de hecho, compartió profesión. Su cirujano, que le decía que el proceso no lo estaba afrontando "mal" porque seguía sin asumir la situación, le apuntó una frase que aún recuerda: "Tras la operación, te vamos a poner una bolsita donde se van a eliminar las heces. ¿De acuerdo? Es la bolsa o la vida. Tú eliges". Ahora mismo esa misma bolsa es con la que convive. Está colocada en la parte inferior izquierda de su abdomen y sirve para eliminar las heces por un orificio distinto al habitual.
Al estar acostumbrado a dicha vivencia, Javier se encuentra "bien", aunque él mismo hace autocrítica porque sabe que no se cuida lo que un ostomizado, que es una persona que tiene una abertura quirúrgica en la piel cuando un problema no permite que una parte del cuerpo funcione bien, debería. "El proceso no requiere ningún tipo de medicación. Vas al baño, y cambias la bolsa por otra, no hay más. Es un sistema de recogida de residuos. Las heces son las mismas que puede hacer una persona cualquiera, pero salen, en esta ocasión, por otro orificio. Sé que hay grados de incomodidad, pero en la parte donde la tengo yo no molesta tanto", sostiene.
CONTACTO CON LA AECC
El cirujano también le recomendó que contactara con la Asociación Española Contra el Cáncer en Valladolid, una "maravilla" de colectivo que se puso a la disposición de Javier para ayudarle en todo lo que quisiera desde el primer minuto. "No quería sentirme como un bicho raro. Creo que es bueno conocer a gente que está como tú. Pregunté si había un grupo de ostomizados en la asociación, pero me dijeron que no lo había. Recuerdo entablar relación con José Ramón, Toño, y Venancio, tres ostomizados con los que quedaba para que nos ayudásemos en todo lo que hiciera falta. Por desgracia, dos de ellos ya no están aquí", asegura.
Pasados unos años, ya en el 2017, se celebró el I Congreso de Personas Ostomizadas en el Auditorio Miguel Delibes, lo que supuso un punto de inflexión y un antes y un después para Javier, que conoció a más gente con casos similares, lo que le permitió dar el paso y crear un grupo para poder reunirse con ellos una vez al mes, como sigue haciendo a día de hoy. La Asociación Española Contra el Cáncer en Valladolid les dio cobijo en su local y una psicóloga y una trabajadora social para que hablaran con ellos "sin pedir nada a cambio". A pesar de ser un "veterano" en el grupo, a Javier le sigue ayudando estos encuentros que han conformado una "familia", como así se definen, de ostomitazos, que ha ido creciendo con el paso del tiempo. "Hay gente que tenía miedo de salir y de relacionarse con la gente. Con este grupo, ya ha superado esos miedos y explica libremente la situación de su bolsita y los productos que utiliza", afirma.
En cualquier caso, Javier desvela con sinceridad que se siente un "afortunado" de poder contar su historia, ya que su caso arroja que tan solo "un 30 por ciento de las personas que sufren ese tipo de cáncer con metástasis se salvan". "Nunca me ha tocado la lotería, pero con esto me conformo", sentencia el toledano con una sonrisa.
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