La casa de Bernarda Alba

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La casa de Bernarda Alba
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.
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La gran actriz no es la que más siente sino la que conserva la cabeza fría para saber imitar mejor el sentimiento. Eso es lo que hace Ane Gabarain -la Poncia de La casa de Bernarda Alba- esta noche en el Teatro Calderón de Valladolid. Todo Lorca está en ella. En esta actriz está el horror, la muerte, la hilaridad y como sabe administradlos para que lleguen al patio de butacas en su justa medida.

Todo sucede en esa escenografía claustrofóbica que ha preparado Blanca Añón. Da la sensación de que todo sucede como en una nave espacial. Todo blanco. El blanco es la pureza, pero en su extremosidad la pulcritud es la otra cara de la muerte. Y todo negro. El negro tiene el valor de la seriedad, de la elegancia. Pero el blanco refleja exactamente lo que está pasando en escena. ¿Y qué está pasando? Pues está pasando la perfecta imagen de la crueldad.

Y el verde. Comienza la obra con una danza y una bailarina vestida de verde. ¿Es Adela? El verde lorquiano expresa un catálogo de emociones indescifrables. El verde de Goya, el verde Lorca viaja y se desliza por la Casa de Bernarda Alba dejando un rastro, dejando una especie de alegría contenida, de fiesta flamenca que no se va poder celebrar.

El amor en Lorca es un contraveneno. Pepe el Romano es un contraveneno que infunde vida, deseo y pasión en las hijas de Bernarda. Y también desamor y muerte. Entonces un beso, o una caricia, o su fotografía significa salir del encierro, significa que tienes ganas de vivir. Adela es capaz, como Larra, de dar su vida, dejarlo todo y entregarse a la muerte.

En este sentido, la propuesta que hace Alfredo Sanzol es una propuesta muy interesante y que se agradece. Porque reivindica la cosmovisión del mundo lorquiano y su espiritualidad. Realmente viendo La Casa de Bernarda Alba lo que se reivindica de veras es la emoción de ir al teatro y sentir un escalofrío que te recorre el espinazo.

Es escalofrío de ver a Ester Bellver -María Josefa- todo un reflejo de la obra lorquiana, la locura, la vejez, y la soledad mostrada en cinco minutos justos de reloj   de una forma cruda y exquisita a la vez. El teatro de Lorca siempre es un espejo donde el espectador se contempla en una secuencia narrativa. Esa es la herramienta de la que está hecha el teatro.

Daba gusto ver un Teatro Calderón lleno hasta la bandera. Y con mucha gente joven ávida de teatro y de Lorca. ¡Lorca vive!

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