La tarde del mano a mano en Valladolid tuvo como protagonista a Morante... Al menos de eso era en lo que se hablaba en los tendidos, mientras Talvante y Emilio de Justo despachaban una corrida de Victoriano del Río con dos buenos toros (los dos primeros) y que tuvo otros tres que se rajaron.

Pero el runrún estaba en la ausencia del diestro sevillano para la corrida que más expectación había levantado en el serial. Morante se resentía de la cornada de Pontevedra, esa que le ha tenido apartado de los ruedos casi un mes y, un año, más no toreará en Valladolid.

Emilio de Justo entendió que la sustitución sobrevolaba el centenario coso de Zorrilla y el extremeño fue declarando sus intenciones en un festejo que no quedará en las retinas de los aficionados. Pero el público estaba con Emilio y le premió, en su primero, con un trofeo y en el sexto con dos generosas orejas, que le permitieron salir en hombros y justificar uan nueva presencia en Valladolid: la de este viernes en sustitución de un Morante que deja a los aficionados vallisoletanos con la miel en los labios después de su temporada histórica.

TALAVANTE PINCHA SUS GANAS

A pesar de que en su primero, quizá el mejor del encierro, tocó pelo, no fue hasta el quinto donde Talavante pareció despertar del sopor y le puso un punto de ganas. Unos afarolados de figura inhiesta preludiaron el brindis al público y el inicio de rodillas a un toro que cambió temerariamente por la espalda. Se desplazó largo y con buen tranco el victoriano, pero se acabó rajando. Le puso voluntad Talavante e incluso de sus muñecas brotó algún muletazo largo y hondo, templado y de mano baja que recordaron lo que un día fue quien hacía rugir hasta los cimientos.

Calentó con unas bernadinas ajustadas pero la espada no le permitió el triunfo en una tarde, que no queda ni en el debe ni en el haber del extremeño.

Recibió con chicuelinas Emilio al segundo, un toro con mucha fijeza, al que le cortó una oreja, merced a un trasteo de tesón. Se empleó con el cuarto al hilo de las tablas. El toro prometió en los primeros tercios, pero a las primeras de la pañosa cantó su condición. Voluntarioso y bullidor lo intentó De Justo orillado junto al callejón. La espada le privó seguramente de un triunfo a la constancia.

Sabía Emilio que no podía fallar en su Valladolid, plaza que se ha convertido en su feudo. Se jugaba algo más que una puerta grande. Quitó por chicuelinas y tafalleras y citó con la muleta en la distancia al de Victoriano, que se desplazaba con buen tranco. Las series calaron en los tendidos y cuando el toro -como sus hermanos- se fue rajando, Emilio tiró de repertorio. Aunque la espada se fue trasera, el de Torrejoncillos paseó las dos orejas. Emilio reservaba una noche más de hotel porque el mano a mano se quedaba en casa y Morante, también.