El Cristo más alto de España

imagen
El Cristo más alto de España
El autor esSonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria
Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria
Lectura estimada: 8 min.

La ciudad de Palencia cuenta con la escultura de Cristo más alta de España, de 21 metros de altura, que fue construida según el diseño de Victorio Macho en 1931, precisamente el mismo año que el célebre Cristo de Río de Janeiro, el más elevado del mundo. Es el símbolo por antonomasia de la capital palentina y se conoce como el Cristo del Otero.

Una emblemática estatua, un icono visible desde muchos puntos de Palencia, es este formidable Sagrado Corazón de Jesús del escultor palentino Victorio Macho Rogado (1887-1966), levantada hace casi cien años sobre un cerro al noreste de la ciudad, en el popular Barrio del Cristo.

El 23 de mayo de 1925, llegó a ocupar la sede episcopal de Palencia el vallisoletano Agustín Parrado García. Al año de su advenimiento, hizo pública su ambiciosa iniciativa de erigir un gran monumento en el cerro del Otero como homenaje de la diócesis a Cristo Rey, sobre una ermita excavada en la roca, que se encontraba prácticamente en ruinas. Databa esta al menos del siglo XIV y tenía dos advocaciones: el Santo Cristo del Otero y Nuestra Señora del Otero. El Crucificado en su interior, del siglo XVI, era, en puridad, el Cristo del Otero.

La inexistencia de fondos para acometer el planteamiento del obispo, estimado en 100.000 pesetas, se solventó con el lanzamiento de una campaña para recaudar donativos, que encabezó el propio prelado con 2.000. El Ayuntamiento aportó 500.

En julio de 1927, por mediación directa del arquitecto municipal y diocesano Jerónimo Arroyo López, que asumía la dirección técnica de manera desinteresada, se encargaba el trabajo a Victorio Macho, que cobraría 25.000 pesetas. Tanto el obispo como el artista conciben la figura como símbolo de amor, misericordia y paz: Macho se refiere a ella como el Jesús del Sermón de la Montaña, el Cristo de las Bienaventuranzas.  El creador presentó al cabildo catedralicio un boceto de la obra en yeso, de cuatro metros de altura, la quinta parte de lo que sería a tamaño real.

En septiembre de 1927, se expusieron a la opinión pública en la catedral de San Antolín de Palencia los croquis y el presupuesto, pero tras la exhibición, el borrador fue rechazado. Era una imagen de hormigón recubierta de azulejos con brillo metálico; la cabeza, las manos y los pies eran de bronce, y los ojos de marfil y mármol azul pulimentado. Los brazos aparecían inclinados hacia abajo, con el problema de peso que ocasionaba dicha posición.

Pero el esbozo no fue bien recibido; además, estaba valorado en 187.000 pesetas, cuando la colecta hasta el momento solo alcanzaba las 90.000. Por eso, debió ser abandonado.

Posteriormente, se convocaba un concurso de ideas que quedó desierto. Y finalmente, al producirse la Gran Depresión de 1929, se resolvía solicitar a Victorio Macho revisar su plan original. Éste aceptó y lo adaptó a la suma obtenida por suscripción popular, algo más de 102.000 pesetas: eliminando el bronce previsto, así como las incrustaciones de mosaicos dorados de reflejos metálicos, y redimensionando el proyecto en hormigón armado, revestido de piedra artificial y granito procedente de las canteras de la localidad abulense de Mingorría. Se utilizaría cemento mezclado con arena del río y una técnica de modelado mediante aristas. Los brazos se encogieron a media altura, reproduciendo la posición de los del sacerdote en el momento postrero de la misa, cuando bendice a los fieles deseándoles paz.

En la ejecución del monumento se afanó una cuadrilla de 12 obreros, superando dificultades derivadas de la climatología y el difícil acceso, junto con el maestro moldeador y de vaciado Germán Calvo Fernández (padre del pintor del mismo nombre). Las tareas duraron solo ocho meses, entre junio de 1930 y febrero de 1931, año en que el 12 de octubre se inauguró el Cristo redentor de Corcovado, en la población brasileña de Río de Janeiro. Victorio Macho resumió de esta manera tan elocuente el proceso de construcción: "Me costó un año de trabajo agotador, con calores tórridos y fríos siberianos y vientos fuertes que se acusaban especialmente en invierno, de tal forma que a los operarios hube de proporcionarles cascos de aviador. El cemento sólo se podía echar a media mañana".

El Cristo del Otero no llegó a ser inaugurado de manera formal; simplemente fue bendecido el 12 de junio de 1931, día en que ese año recayó la festividad móvil del Sagrado Corazón de Jesús. Con la República recién proclamada, el obispo optó por una simple ceremonia a la que acudió un pequeño grupo de fieles, y que ni siquiera fue reflejada en la prensa. En esta línea que buscaba disminuir el impacto social, no presidió la ceremonia monseñor Parrado, sino el superior de los jesuitas de Palencia, Silverio de la Vega, por ser una Orden especialmente afecta a la advocación.

La figura, de 392 toneladas de peso, extremadamente sencilla y de gran belleza conceptual, presenta formas geométricas y angulosas que evocan el cubismo y el arte egipcio. Se concibe por Macho como faro espiritual de Castilla, 'Torre Mística o Torre del Señor', y se fragua en dimensiones colosales, acordes con la proporción del cerro que le sirve de pedestal. La rigidez y primitivismo de las manos y la cabeza retrotraen a la Grecia arcaica o Bizancio, y el cuerpo diríase el fuste de una gigantesca columna, con un estilo que recuerda al Art Déco. El pecho está decorado con un precioso medallón, compuesto por un corazón realizado con teselas. Dentro de la atención a los detalles en la obra, incluso se representan los dientes, en un rostro hierático y enjuto, de pómulos marcados, que transmite una sensación de paz. La esbeltez de la efigie, contrapuesta a la horizontalidad de la inmensa llanura de Tierra de Campos, encarna la espiritualidad.

La leyenda urbana de que es posible subir hasta los ojos del Cristo del Otero y disfrutar desde ese preciso punto de una panorámica privilegiada de la ciudad surgió de un artículo de la revista Crónica en 1930, en el que el redactor, sin visitar siquiera Palencia, mezcló el primer y el segundo esquema de Macho y se dejó llevar por su imaginación. La realidad es que apenas cabe una persona por el angosto paso del cuello del Cristo. En lo alto de su cabeza, sobresale un pararrayos.

En 1933 hubo un intento de voladura del monumento por parte de extremistas en medio de un clima antirreligioso pero, por suerte, al prender la mecha, el artefacto explosivo no estalló. En la Guerra Civil las Juventudes Libertarias decidieron derribar el Cristo del Otero, e incluso propusieron a Victorio Macho que les acompañase como forma de avalar su destructiva empresa, a lo que el artista comprensiblemente se negó. Pero cuando los miembros del grupo arribaron al Otero provistos de la dinamita, impresionados por la belleza de la talla, desistieron de materializar su intención.

El Cerro del Otero es un lugar unido indisolublemente a la historia y tradiciones de Palencia; allí se celebra el domingo más cercano al 16 de abril la Romería de Santo Toribio, desde 2007 declarada de Interés Turístico Regional. Dice la leyenda que, en el año 447, Santo Toribio, obispo de Astorga, en su intento de disuadir a los palentinos de la herejía priscilianista, fue insultado y apedreado, retirándose a una cueva en el cerro del Otero. Poco después, fuertes lluvias causaban la crecida del río Carrión y la completa inundación de la ciudad, lo que los palentinos atribuyeron a un castigo divino por su conducta hacia Toribio. Optaron entonces por pedir perdón al santo, que mandó que las aguas del río volviesen a su cauce.

En recuerdo de esos acontecimientos, que algunos relacionan con la inundación que tuvo lugar en la Pallantia romana en el siglo II, es costumbre que las autoridades palentinas, desde el balcón de la ermita, "apedreen" a la muchedumbre lanzando bolsas del típico pan y quesillo. Otra tradición arraigada tiene lugar en la Semana Santa, la Procesión del 'Santo Rosario del Dolor' de la Cofradía Penitencial y Sacramental de la Santa Vera-Cruz, que sube hasta el Cerro del Otero la tarde del Domingo de Ramos.

Un episodio relacionado con el Cristo del Otero sucedió en la Nochevieja de 1468, cuando unos ladrones entraron en la ermita para robar las limosnas, cálices y ofrendas que llevaban los devotos. El guardés que allí vivía se enfrentó a ellos, lo que concluyó con su homicidio, junto a su mujer y sus dos hijas. Algo similar ocurrió en el mismo lugar en 1907, cuando cuatro individuos torturaron y asesinaron al cuidador del recinto, Mariano Rey del Río.

El Otero es asimismo un importante yacimiento paleontológico. En 1911 se hallaron grandes huesos fósiles de hace 12 millones de años, entre ellos tres especies de rinocerontes, elefantes y astas de rumiantes. En 1921, además, aparecieron nueve ejemplares de tortugas terrestres gigantes del Mioceno, similares a las de las Galápagos: concretamente, la Titanochelon Bolivari, la tortuga de mayor tamaño que habitó Europa. Desde el punto de vista medioambiental, es reseñable la existencia en la ladera de unos agujeros circulares con una profundidad de entre 50 centímetros y un metro. Son nidos de abejarucos, donde hacen sus puestas. 

La escultura, deteriorada con el paso de los años por la erosión del viento y la lluvia, fue restaurada en 2015 para devolverle su esplendor. El año anterior se había instalado un nuevo sistema de iluminación inteligente con variedad de colores que pueden cambiar de manera instantánea.

Victorio Macho falleció el 13 de julio de 1966 y, cumpliendo su voluntad, fue enterrado bajo la majestuosa imagen del Cristo, en la cripta de la ermita de origen rupestre de Santa María del Otero, de tres naves. Reposa bajo una sencilla lápida de mármol blanco, que comparte espacio con el Centro de Interpretación dedicado a su trayectoria.

En la Nochebuena de ese mismo año, 1966, se produjo el trágico incendio del inmueble de la Diputación, concluido en 1914 con trazas del arquitecto palentino Jerónimo Arroyo, que había colaborado estrechamente con Victorio Macho para erigir el Cristo del Otero. Arroyo había muerto 20 años atrás (en 1946, el mismo año en que dejaba este mundo Agustín Parrado, ya con el capelo cardenalicio), por lo que se evitó el sufrimiento de ver que esa tarde del 24 de diciembre de 1966 su hijo, el ingeniero municipal Gaspar Arroyo Alonso, director del Parque de Bomberos, perdía la vida, sepultado por el hundimiento de la techumbre de su propio edificio, a causa del fuego originado por la inflamación de la chimenea de la calefacción. Actualmente, la terna de personajes, Victorio Macho y Jerónimo y Gaspar Arroyo perviven en el callejero palentino dando nombre a sendas vías urbanas.

Una escultura homenaje a Victorio Macho se yergue desde 2017 en la Calle Mayor de Palencia, firmada por su discípulo, Luis Alonso. La pieza de bronce, de 2,5 metros de alto, conmemora los 50 años de su fallecimiento, y representa a Macho enfrascado en su obra cumbre, el Cristo del Otero. 

Hoy, el Cristo del Otero, con sus 21,02 metros, es la estatua más alta de España y la decimoséptima más alta del mundo en honor al Sagrado Corazón de Jesús, aunque en los momentos inmediatamente posteriores a ser alzada ocupaba una situación más elevada en este palmarés internacional. Desde su aventajada perspectiva, las vistas de Palencia son espectaculares. No es de extrañar que el Cristo jamás se canse de mirarla.

Últimas noticias de esta sección

0 Comentarios

* Los comentarios sin iniciar sesión estarán a la espera de aprobación
Mobile App
X

Descarga la app de Grupo Tribuna

y estarás más cerca de toda nuestra actualidad.

Mobile App