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Así ha sido la mágica noche de El Vítor en Mayorga

Así ha sido la mágica noche de El Vítor en Mayorga
Fotografías de Fernando Fradejas.
Miguel Ángel  Fernández
Miguel Ángel Fernández
Lectura estimada: 3 min.
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Un año más, el municipio vallisoletano de Mayorga celebra sus fiestas patronales en honor a Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo del 20 al 30 de septiembre. Una semana repleta de actividades y eventos festivos que, sin duda, tienen sentido al rededor de la tradicional noche del pasado viernes, el momento más especial para los vecinos de la localidad:'El Vítor'

"Cada año es más evidente el atractivo de esta fiesta ya que no dejan de visitarla fotógrafos para captar instantáneas de fuera de nuestras fronteras", explican desde el Ayuntamiento. Y es que para muchos esta celebración marca "el comienzo y final del año"

Con la salida de El Vítor comienza una procesión cívica y los primeros pellejos empiezan a encenderse en hogueras que se irán sucediendo en varios puntos estratégicos. Se sitúan escoltando al estandarte, que también va a acompañado por los dos mayordomos de su cofradía. Comienza entonces una pegajosa melodía que entonan con alegría todos los participantes en este curioso cortejo, declarado hace veinte años como Fiesta de Interés Turístico Nacional.

Los mayorganos, pequeños y mayores, no tienen prisa, saborean su noche con deleite. Van quemando los odres de vino, que ahora se fabrican en Covarrubias exclusivamente para la fiesta y subvenciona al 50% el Ayuntamiento. Los hay que queman dos o tres pellejos durante la noche y algunos pueden calcinar hasta una docena. Es el rito en una noche en la que Mayorga renueva la tradición con su pasado y se muestra orgulloasa de su identidad.

Al filo de la media noche, la comitiva alcanza la Plaza de España, reconvertida durante las fiestas en improvisada plaza de toros. Allí sucede uno de los momentos más especiales de toda la fiesta. El Vítor sube al balcón del Ayuntamiento y tras un espectáculo pirotécnico, todos los mayorganos hincan la rodilla y entonan emocionadamente el himno a su santo y patrón.

Más tarde, la procesión enfila la calle Derecha, muy lentamente, y la Puerta de El Arco y antiguo Rollo de Justicia, son testigos del ambiente mágico que crea el fuego, el olor a la pez quemada y la continuada banda sonora que forma una pequeña charanga y los cánticos de todos los participantes, ataviados con sombreros de ala ancha y viejas vestimentas recubiertos de los pegotes que ardiendo que se desprenden de los pellejos.

Se ha echado la madrugada encima y los participantes siguen la fiesta. Se canta y se bebe, pero también se recuerda a los que ya no están. Hay tiempo para retomar fuerzas con unas sopas de ajo y algo más tarde de las cuatro de la madrugada se regresa a la ermita. Allí sucede, quizá, el momento más emotivo de toda la noche. Un pueblo entero muestra su devoción al Santo. Primero entona la Salve y más tarde el himno de Santo Toribio. La tradición se ha cumplido y algunos ya empezarán a descontar las horas para un nuevo Vítor.

Más de 270 años de historia

La tradición del Vítor se remonta en Mayorga al 27 de septiembre de 1752, cuando la población de Tierra de Campos recibió, como pueblo natal, la segunda reliquia de Toribio Alfonso de Mogrovejo y Robledo, fallecido en 1606 y canonizado en 1726 por el Papa Benedicto XIII por su labor de evangelización como Arzobispo de Lima. Debido a que durante el avance de la comitiva cayó la noche, los vecinos salieron con teas y antorchas para poder iluminar el camino. Se trataba de improvisados pellejos de vino en desuso, que se colgaron de varales para iluminar aquella noche. Así nació esta fiesta, declarada de interés turístico nacional.

Desde entonces, cada 27 de septiembre, los mayorganos se reúnen a las 22.00 horas en la Ermita de Santo Toribio ataviados con ropas viejas, guantes y sombreros, para proteger la piel de "la pez" que cae ardiendo de sus pellejos colgados de varales. Este año, la tradición volvió a salir a la calle, junto al estandarte formado por una tabla policromada con adornos en tela y florales, concedido por la Universidad de Salamanca al Santo como uno de sus Doctorados. Detrás de los portadores, la música y la gente que baila y canta a lo largo de toda la procesión.