Nava del Rey ha acogido la presentación de la edición de 2025 con el periodista palentino Carlos Martín Santoyo
Las lanzas se le volvieron cañas a Borja Jiménez en Madrid
Trabucando el dicho y cambiando el orden a posta estaría la explicación de lo sucedido ayer en Madrid con el torero Borja Jiménez, merecedor de salir por la puerta grande de la plaza, más por su faena maciza, completa, emocionante, al toro 'dulce' de Victoriano del Río que por la suma de una y una oreja cortadas a cada toro que toreó en la corrida de ayer.
Y todo vino a raíz de la negativa del Presidente de la corrida, horriblemente asesorado, por no entregar la segunda oreja al diestro sevillano que había puesto en escena un compendio de esfuerzo, valor, entrega y decisión torera frente al excelente toro criado en Mayorga de Campos.
La cara de Borja era un poema al sentir el griterío del público exigiendo el premio que no le fue otorgado por un cicatero Presidente, adormilado y bajo de afición, con gestos ostensibles de contrariedad y balbuciendo más que palabras, tal vez recuerdos a los progenitores del presidente de la corrida.
Y luego, el rictus cambió con el apéndice concedido tras la lidia del quinto de la tarde, un sobrero de Torrealta, en faena muy por debajo de la anterior, corroborada además con el fallo de un pinchazo antes de lograr la estocada. Aquí se vio palpablemente la compensación, fea acción que no limpia el error anterior, sino que empaña el triunfo alegre del torero.
Borja Jiménez estuvo en forma, entregado, señorial en ocasiones y fue tratado injustamente por el Palco presidencial en dos ocasiones: Una negándole la más que merecida segunda oreja y otra, otorgándole la inmerecida del segundo de su lote.
No obstante ante la faz, la cara del matador en su fuero interno, seguro que dedujo por el rictus de los momentos: Así es la vida de las personas, y más de los toreros, una calabriada de blanco y tinto, es decir dulce y amargo a partes iguales
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