El sentimiento de Schubert

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El sentimiento de Schubert
El autor esÁgreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.

La partitura de 'La trucha' es una carta que Franz Schubert nos dejó hace muchos años, una carta que está viva y los músicos esta noche en la Sala de Cámara del CCMD tienen la responsabilidad de resucitarla para el público que abarrota la sala.

Franz Schubert es un compositor muy querido para quien esto escribe. Un compositor con una sabiduría y un conocimiento lleno de imaginación y ternura. Escuchando esta tarde a la pianista china Zee Zee y al Ensemble de Cuerdas de la OSCyL formado por Elizabeth Moore, violín; Jokin Urtasun, viola; Jordi Creus, violonchelo y Mar Rodríguez, contrabajo,  ejecutar 'La trucha' se es completamente consciente de la genialidad de Schubert.

La verdad está en las composiciones de Schubert. Sus composiciones nos tocan la fibra, en esto reside su genialidad y por eso su música es eterna. La versión que está ejecutando Zee Zee y el Ensamble de Cuerdas de la OSCyL sorprende por la madurez de criterio y por su tensión dramática.

La música es diálogo, equilibrio, dudas y capacidad para llevar al oyente a "otro sitio" y salir de sí mismo. Schubert es capaz en sus composiciones de atrapar la vida en toda su plenitud, del dolor más profundo a la alegría más radiante. Su música es más que bella, es sublime, lo ve todo, lo sabe todo.

También hay dolor. La belleza y el dolor comportan la música que esta tarde estamos escuchando. La música de Schubert es uno de los grandes placeres permitidos al cerebro humano. Sus composiciones son una catarata de notas cargadas de expresión y sentimientos sublimizados.

También hubo tiempo para escuchar la música de Ferecn Liszt, Catorce lieder de 'El canto del cisne', Seis melodías de 'La bella molinera' y Años de peregrinaje. La música que suena de Liszt es profundamente moderna, libertina, inteligente en estructura e intensidad que esta tarde está deleitando al público.

Es cierto que a Zee Zee le falta un poco de alma, para decirlo rápido. Qué sí que toca bien el piano, pero… nadie quiere escuchar algo completamente limpio, perfecto, pero que no tenga ningún tipo de alma. Liszt abraza todos los elementos de la vida, de la sociedad, de un continente, del mundo entero, la complejidad humana, el intento de unir al mundo, a las personas a través de la música, del arte. Y Zee Zee, no sé si sería porque tenía las manos  y  los pies fríos,  nos ofreció un Liszt imperfecto.

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