Como cada 29 de abril se celebra el Día Internacional de la Danza, una fecha  establecida por la UNESCO en el año 1982 homenajea esta forma de expresión sin barreras culturales, políticas y éticas.

Hace 44 años fallecía el que para muchos es el bailarín más internacional de Valladolid, Vicente Escudero. Nació en el 1885 en el barrio de San Juan de la capital del Pisuerga en el seno de una familia humilde cuyo padre era zapatero.

El flamenco llegó a su vida de una forma completamente autodidacta en las calles de la ciudad, muchos cuentan que fue en las alcantarillas del barrio vallisoletano donde el bailaor dio sus primeros taconeos.

A pesar de la negativa de su padre, un joven Vicente se embarcó en el mundo de la danza con ganas de comerse el mundo pasando tres años en el granadino barrio del Sacromonte. Allí aprendió de grandes maestros gitanos y cogió la confianza para trasladarse a Madrid, donde durante años actuó por cafés de la localidad.

Para evitar tener que realizar el servicio militar se trasladó a Lisboa y más tarde a París. Será en este último, donde el bailaor vallisoletano alcanzaría la fama mundial tras vencer en el Concurso Internacional de Danza creado por el Teatro Olimpia.

Tal fue su éxito que llevó a participar en ballets rusos, y triunfar en Estados Unidos donde lo llegaron a denominar como el mejor bailarín del mundo. Sin embargo, esta fama mundial se alejaba de la realidad en España, donde casi era un desconocido. Vicente se convirtió en una leyenda del flamenco sin ser gitano, ni andaluz, y ni siquiera tener unas raíces cercanas a este arte. Sin duda es considerado por muchos como el padre del flamenco de vanguardia.

Falleció en el 1980 en Barcelona, sin embargo sus restos descansan en el Panteón de Hijos Vallisoletanos Ilustre de Valladolid. La ciudad a lo largo de los años ha rendido homenaje a su ilustre bailaor con un centro cívico en su barrio natal, así como dos estatuas ubicadas en la calle Santa Lucía y en la Acera Recoletos.