La elegancia olvidada: es hora de rescatar los mocasines
En la última década, las deportivas han conquistado la calle, la oficina e incluso las cenas formales. Las zapatillas ya no son únicamente un símbolo de comodidad o de ocio; se han convertido en el uniforme no oficial de una generación que prioriza lo práctico sobre lo estético. Sin embargo, esta omnipresencia de lo deportivo nos ha hecho perder de vista una prenda que durante años representó la elegancia y la versatilidad: los mocasines y los zapatos clásicos.
El calzado formal no debería ser visto como un accesorio anticuado, sino como una herramienta de estilo capaz de elevar cualquier atuendo. Unos mocasines bien escogidos combinan con un pantalón de vestir, con unos vaqueros oscuros e incluso con un look desenfadado de verano. Su sobriedad no limita; más bien abre posibilidades. La suela de goma y la comodidad de las zapatillas han hecho olvidar que un zapato de calidad, bien trabajado en cuero, también puede ser cómodo, duradero y, sobre todo, atemporal.
La moda actual ha confundido confort con descuido. Caminar por la ciudad y observar a todos en zapatillas da la sensación de uniformidad, de renuncia al gesto personal de arreglarse. Volver a los mocasines o a los zapatos de cordones no significa renunciar a la comodidad, sino recuperar la noción de respeto hacia uno mismo y hacia los demás: vestir bien es también un lenguaje no verbal que transmite cuidado, seriedad y personalidad.
Si algo debería estar 'de moda' en este momento no es la repetición infinita del mismo modelo de zapatilla blanca, sino la capacidad de elegir con criterio. Y los mocasines, con su historia, su carácter y su capacidad de adaptarse tanto a lo clásico como a lo contemporáneo, merecen recuperar el lugar que les corresponde.
Quizá haya llegado el momento de mirar de nuevo hacia abajo, hacia nuestros pies, y preguntarnos si no hemos confundido comodidad con monotonía. Volver a los zapatos, a su elegancia, a su artesanía y a su versatilidad, no es un retroceso, sino un recordatorio de que la moda también puede ser un acto de dignidad.

